Campos electromagnéticos
Los campos electromagnéticos (en adelante, CEM) están comprendidos dentro del espectro de las radiaciones no ionizantes (figura 1) que son aquellas que no poseen suficiente energía para generar ionización, es decir, cargar positiva o negativamente átomos o moléculas. Este tipo de radiación incluye campos eléctricos y magnéticos, radiofrecuencias, microondas y el espectro óptico (infrarrojos, la luz visible y la radiación ultravioleta baja).
Los campos eléctricos tienen su origen en diferencias de voltaje, por lo que cuanto más elevado sea el voltaje, más fuerte será el campo resultante. Este tipo de campos existen, aunque no haya movimiento de cargas, sin embargo, los campos magnéticos tienen su origen en estas corrientes eléctricas.
Las radiaciones no ionizantes pueden proceder de fuentes naturales, como la acumulación de cargas eléctricas en la atmósfera durante tormentas eléctricas o el campo magnético terrestre que las aves y los peces utilizan para orientarse. También, procede de fuentes artificiales, como aparatos eléctricos que utilizan campos eléctricos y magnéticos de baja frecuencia (50/60 Hz) y diversos equipos inalámbricos de telecomunicaciones y de radiodifusión que utilizan CEM de radiofrecuencia alta (100 kHz-300 GHz), incluso equipos médicos que utilizan campos estáticos (resonancia magnética). Las fuentes más comunes de CEM en nuestro entorno cotidiano son los suministros de energía eléctrica, los electrodomésticos, las telecomunicaciones y las antenas de radiodifusión.
El despliegue masivo de las infraestructuras de telecomunicación (especialmente de antenas de telefonía móvil) en la segunda mitad de la década de los años 90 generó una cierta preocupación social por los hipotéticos efectos derivados de la exposición a las emisiones de las radiofrecuencias. En la actualidad, la gran mayoría de las investigaciones científicas y revisiones sistemáticas no han encontrado evidencias robustas entre la exposición a los CEM y los efectos sobre la salud estudiados.